Caminas sin rumbo. Así te sientes feliz, no controlan tus pasos, tus rutas o paradas en el camino. Es maravilloso viajar solo, crear nuevos mapas en los que anotas los buenos lugares que has visitado, los que te gustaron menos, los que dejan huella en tu recuerdo. Todos, porque todos tienen un sentido para ti. Es la mejor aventura, lo peor de estos viajes es cuando alguien se une a ti. Crees que el viaje será mejor y en cierto modo no te equivocas. Tienes alguien con quien hablar, con el que compartes miles de momentos pero la convivencia no es fácil cuando dos personas son muy distintas. Y llega el momento en el que te controlan tus pasos, tus rutas, tus paradas en el camino... Te agobias y decides partir de nuevo solo, pero no es lo mismo... Nunca vuelve a ser lo mismo...
Ella caminaba sin destino fijo por esa fría ciudad. Enfundada en ese abrigo amarillo, con esos guantes que aunque pequeños son justo de su tamaño y él, en su mente, claro. Mordisquea el cable de los cascos, mira la hora y parece que no pasa el tiempo. Paseos en soledad, sintiéndolo aunque lejos. Aunque efímero fue intenso, esporádico, sin sentido, sincero. Ella, no sabía mucho de matemáticas, tanto que sin mesura amó hasta quedarse sin reservas porque él dijo: "Yo te quiero hasta infinito más uno ¿tú? ¿Cuánto me quieres a mí?" . Pero nunca llegó a tanto, ni ella ni nadie. Tantas hipótesis que nunca llegaron a ser investigadas, se quedaron en eso... En "y si..", en ayer.