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Días.

Pasan y pasan los días y ahí está ella sentada en aquel sillón que una vez significó tanto. Aquella butaca en la que se fugaron tantos suspiros de amor, tantos que en esa habitación apenas quedaba aire para respirar. Fue por esta razón que todo lo que con tanta delicadeza habían creado los dos se fue, se fue con el cantar de los pájaros dejando una fría mañana de invierno que dudaría hasta el día de hoy.
Después de tanto tiempo ya tenía los ojos secos de todas las lágrimas que había derramado, de tantos llantos incontrolados, de tanta vida perdida sin motivo aparente. Pero es ahí cuando ella se da cuenta de lo que realmente significa vivir, de lo que no está ganando por estar lamentándose. ¡Es una idiotez!
Abrir los ojos y ver un mundo diferente, lleno de luz y alejado de tanta oscuridad a la que estaba acostumbrada. Alzar la cabeza y darte cuenta de todo lo que te queda por hacer. Un impulso de felicidad hace que su cuerpo parezca que se eleva pero de repente, todo vuelve atrás.
Las cadenas no visibles de todos tus recuerdos no te dejan marchar. Ésas, las mismas que un día te aislaron en un mundo rosa ideal son las que ahora no te dejan volver de la oscuridad, pero sólo hay una forma de levantarse y es cortar con ellas. Y sin pensarlo más te vas librando de "ese primer beso", "aquella vez que te sorprendió con una flor cuando no tenía por qué", "esa mirada que te hacía temblar a distancia", "todos esos te quiero", "canciones y más canciones que podrían representar todos y cada uno de tus días"... Poco a poco se van desvaneciendo y tú puedes levantarte pero aún queda el peor: "su injusta despedida, aquel último beso que te robó..." Lo miras, lo observas y te dices para ti misma: "no eres más que otro recuerdo que sin quererlo se quedó ahí y que sin más olvidaré...".
Y sin más ya eres libre para salir de esta oscura habitación y llenarte de vida, llenarte de otros besos, de otros maravillosos momentos, de otras muchas cosas.

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En un beso infinito más uno.

Ella caminaba sin destino fijo por esa fría ciudad. Enfundada en ese abrigo amarillo, con esos guantes que aunque pequeños son justo de su tamaño y él, en su mente, claro. Mordisquea el cable de los cascos, mira la hora y parece que no pasa el tiempo. Paseos en soledad, sintiéndolo aunque lejos. Aunque efímero fue intenso, esporádico, sin sentido, sincero. Ella, no sabía mucho de matemáticas, tanto que sin mesura amó hasta quedarse sin reservas porque él dijo: "Yo te quiero hasta infinito más uno ¿tú? ¿Cuánto me quieres a mí?" . Pero nunca llegó a tanto, ni ella ni nadie.   Tantas hipótesis que nunca llegaron a ser investigadas, se quedaron en eso... En "y si..", en ayer.

In-felicidad

"Apoyarme en tu pecho, quedarme dormida leyendo un cuento. Oler tu perfume día tras día. Sentir tus suaves manos por mi espalda. Mirarte a los ojos y ver reflejada la felicidad. Costumbres que son difíciles de quitar..."