Salgo de clase, con mi carpeta en una mano y en la otra el pañuelo que antes estaba bien colocado en mi cuello. Éste será el que salve mi larga cabellera de que acabe empapada. Está diluviando y como siempre sin paraguas.
Voy intentando no pisar los charcos pero a cada paso que doy es más difícil. Si tuviese un paraguas o algo con lo que taparme de verdad no me importaría perder el tiempo pisando charcos infinitamente pero hoy no, hoy no es el día... ¿O sí?
Voy corriendo entre la multitud que avanza en sentido contrario, por suerte está el semáforo en verde, corro aún más.
Mis gafas empapadas hacen más efectos guardadas que en mis ojos. Ahora ya si que sólo dispongo de la suerte para no acabar en un charco de medio metro. Al hacer "esa broma" me acuerdo de ti por un momento y sonrío. Sigo corriendo, con miedo a los coches esta vez.
Avanzo, paso tras paso... Cada vez llueve más y de repente lo que antes fue una sonrisa se convierte en una lágrima que se camufla entre todas las gotas que resbalan por mi cara.
Me freno de golpe, doy un grito seco y siento toda la lluvia caerme encima. Abro los brazos y dejo que miles de gotas se cuelen por mi cuello, fingiendo por un momento que son miles de besos tuyos, cientos de caricias o simplemente algún que otro suspiro aventurero. No puedo dejar de llorar, al igual que el tiempo no cesa en el suyo.
Me siento, he arruinado el esfuerzo de tres meses en apuntes y demás trabajos. Ahora que ha llegado la calma a mi cabeza, ¿qué hago?
Justo en ese momento pasa un coche, disminuye la velocidad, baja la ventanilla y dice su conductor: "¿estás loca? ¡Vamos, monta!". Al escuchar esa voz alzo sin dudar la cabeza y de nuevo mi llanto no se diferencia de la lluvia ¿qué haces tú aquí? ¿Existen realmente las casualidades?
Voy intentando no pisar los charcos pero a cada paso que doy es más difícil. Si tuviese un paraguas o algo con lo que taparme de verdad no me importaría perder el tiempo pisando charcos infinitamente pero hoy no, hoy no es el día... ¿O sí?
Voy corriendo entre la multitud que avanza en sentido contrario, por suerte está el semáforo en verde, corro aún más.
Mis gafas empapadas hacen más efectos guardadas que en mis ojos. Ahora ya si que sólo dispongo de la suerte para no acabar en un charco de medio metro. Al hacer "esa broma" me acuerdo de ti por un momento y sonrío. Sigo corriendo, con miedo a los coches esta vez.
Avanzo, paso tras paso... Cada vez llueve más y de repente lo que antes fue una sonrisa se convierte en una lágrima que se camufla entre todas las gotas que resbalan por mi cara.
Me freno de golpe, doy un grito seco y siento toda la lluvia caerme encima. Abro los brazos y dejo que miles de gotas se cuelen por mi cuello, fingiendo por un momento que son miles de besos tuyos, cientos de caricias o simplemente algún que otro suspiro aventurero. No puedo dejar de llorar, al igual que el tiempo no cesa en el suyo.
Me siento, he arruinado el esfuerzo de tres meses en apuntes y demás trabajos. Ahora que ha llegado la calma a mi cabeza, ¿qué hago?
Justo en ese momento pasa un coche, disminuye la velocidad, baja la ventanilla y dice su conductor: "¿estás loca? ¡Vamos, monta!". Al escuchar esa voz alzo sin dudar la cabeza y de nuevo mi llanto no se diferencia de la lluvia ¿qué haces tú aquí? ¿Existen realmente las casualidades?