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Sí. No.

Me gustan los días de lluvia.. Me gusta acurrucarme a tu lado en el sofá, extender mis piernas sobre las tuyas y sonreírte. Me encanta esa manta que me regalaste, ese cojín a juego que compramos y mis calcetines de peras. Todo es perfecto, todo menos este horrible frío que siento por dentro. Este que no se quita con mantas. No puedo seguir engañándome(te), no puedo. No
Me gustan los días de sol. Sí. Me gusta mirarte desde el borde de la piscina, mover las piernas en el agua y perderme por un momento y no, no pienso precisamente en ti ahora. No
Me gustan los días en los que sin más huyo al bar de siempre escondida detrás de un libro mientras espero. Sí. Realmente no quiero hacer esto pero hace mucho que no mantenemos una conversación de más de tres palabras, hace mucho que no me preguntas qué libro estoy leyendo de la misma forma que lo pregunta él. No.
Por un momento a lo largo del día y como todos los jueves siento ser otra persona, tal vez una joven e inocente chica que estudia Ciencias del Medioambiente y es una apasionada de la lectura. Sí. Tal vez por una vez mantenga una conversación con él y crea volver a mis quince años al escucharle decir mi nombre cosa que hace mucho que no pasa contigo. No.
Pero nunca llegaré a decirle más que el nombre de este libro, el cual me regalaste tú.

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En un beso infinito más uno.

Ella caminaba sin destino fijo por esa fría ciudad. Enfundada en ese abrigo amarillo, con esos guantes que aunque pequeños son justo de su tamaño y él, en su mente, claro. Mordisquea el cable de los cascos, mira la hora y parece que no pasa el tiempo. Paseos en soledad, sintiéndolo aunque lejos. Aunque efímero fue intenso, esporádico, sin sentido, sincero. Ella, no sabía mucho de matemáticas, tanto que sin mesura amó hasta quedarse sin reservas porque él dijo: "Yo te quiero hasta infinito más uno ¿tú? ¿Cuánto me quieres a mí?" . Pero nunca llegó a tanto, ni ella ni nadie.   Tantas hipótesis que nunca llegaron a ser investigadas, se quedaron en eso... En "y si..", en ayer.

Días.

Pasan y pasan los días y ahí está ella sentada en aquel sillón que una vez significó tanto. Aquella butaca en la que se fugaron tantos suspiros de amor, tantos que en esa habitación apenas quedaba aire para respirar. Fue por esta razón que todo lo que con tanta delicadeza habían creado los dos se fue, se fue con el cantar de los pájaros dejando una fría mañana de invierno que dudaría hasta el día de hoy. Después de tanto tiempo ya tenía los ojos secos de todas las lágrimas que había derramado, de tantos llantos incontrolados, de tanta vida perdida sin motivo aparente. Pero es ahí cuando ella se da cuenta de lo que realmente significa vivir, de lo que no está ganando por estar lamentándose. ¡Es una idiotez! Abrir los ojos y ver un mundo diferente, lleno de luz y alejado de tanta oscuridad a la que estaba acostumbrada. Alzar la cabeza y darte cuenta de todo lo que te queda por hacer. Un impulso de felicidad hace que su cuerpo parezca que se eleva pero de repente, todo vuelve atrás. La...

Un incendio en su interior

Una noche gris llena de dudas, de incomprensión... No era muy tarde cuando sus ojos verdes comenzaron a llorar. Se sentía sola, por un momento logró comprenderlo pero, al segundo, llegó la primera lágrima, la segunda pero no la última... Ella miraba esa taza de té caliente que tenía entre sus pequeñas manos, esperaba una respuesta que nunca llegaba. Todo encajaba a la perfección. Las personas son complejas, pero más lo es, todo lo que concierne a las relaciones entre ellas. Cuando esa chispa se agota... Cuando esa chispa se agota no queda nada. Nada más que lamentar no haberlo vivido con más intensidad. Sólo queda el resentimiento y las preguntas sin respuestas. El té mágico con sus vapores hace que las lágrimas vayan cesando. Ella le echa de menos, no puede evitarlo pero... ¿Donde quedó esa chispa? Se apagó el incendio que hace un tiempo se inició en su interior.