Doy dos pasos y mis libros caen al suelo. Soy una torpe, pero esta vez no fue por eso. Al fondo del pasillo, él. Todos los días igual, nos cruzamos sin decir nada, simplemente te saludo mentalmente. Recojo los libros del suelo y me subo las gafas. Cada día estás más guapo y más lejos.
Me prometí que no volvería a pasar los días metida en la biblioteca rodeada de libros y observándote desde la lejanía. Invento historias, cada día con un comienzo diferente pero con el mismo final, tú.
Si pudiera quitar esa cara de boba cada vez que pasas por mi lado, esa sonrisa que delata a distancia... Si lo pudiese quitar no estaría enamorada. Y como cada mañana me pierdo entre mis libros esperando a que llegues, te sientes en tu mesa de siempre y un día me digas: "Eres la chica que siempre se sienta, coge un libro al revés y finge leerlo mientras me mira..." ¡NO! Eso no. Mejor: "¿Me puedo sentar en esta mesa? Siempre podemos compartir la hora del café". Mejor. Pero todos sabemos que yo seguiré subiéndome las gafas cada vez que se caigan, para poder mirarte mejor desde la distancia.