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Un día como hoy.

Ella. Podría escribir muchas palabras hoy, mañana, pasado mañana y toda una vida, ésa que me dio. Nosotras, como la mayoría de madres e hijas, nos parecemos demasiado, tanto que hay veces que chocamos, que nos enfadamos pero siempre pasa. Ella, esa persona con la que hablo nada más despertarme, que estoy colgada al teléfono si estoy fuera de casa. Ella, la que espera hasta horas interminables que llegue a casa sin saber lo que voy o no voy a tardar. Muchas cosas, demasiadas. Estas palabras hoy saldrán de muchas bocas, pero las mías están totalmente dedicadas a ella, mi madre.
Todo lo que soy a día de hoy es porque vosotros dos lo habéis dado todo y más para que nunca nos falte nada a lo largo de estos 20 años. He de admitir que no he sido fácil de llevar, que no todo han sido sonrisas y alegrías pero siempre has estado ahí, riñendo cuando había que reñir o dando ese cálido abrazo que lo cura todo.
Las segundas partes en este caso son las mejores, es decir, que si conmigo la cosa salió bien con el pequeño, bueno... Pequeño, pequeño..., salió mucho mejor. Esa es la explicación de los buenos padres que habéis sido y que queremos que sigáis siendo.
Siempre nos has motivado, nos has apoyado en todo, siempre manteniendo esa línea madre e hija que ninguna de las dos queremos romper, aún recuerdo la cara de felicidad que pusiste cuando llamaron para decirme que la selectividad estaba aprobada, "la primera universitaria de la familia". Creo que los peores días que he pasado han sido cuando he estudiado fuera y necesitaba que estuvieses aquí, aunque simplemente fuese para decirme "Alba, recoge la habitación", "¿Podéis ir poniendo la mesa chicos?", "No vuelvas tarde eh!?". Aunque siempre me he considerado independiente, "cuando tenga 18 años a  mí aquí no me veis", pues ojalá que esa mañana hubiese despertado con un "FELICIDADES" como has despertado tú hoy.
Pues lo dicho, que te quiero mucho madre.

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En un beso infinito más uno.

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In-felicidad

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