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Miedos

Llega el día, lo tienes todo preparado. La maleta llena de ropa, fotos y demás recuerdos. Está a reventar y entonces es cuando te das la espalda y en ese huequecito que queda entre las fotos y un par de pijamas aparecen tus miedos. ¿Dónde ibas sin ellos? Eres fuerte, llevas tu mano al pecho y buscas al pequeño botón, ese que no puede faltar vayas donde vayas. Aprietas y aprietas y sin saber muy bien como todos tus miedos van saliendo lentamente de la maleta uno a uno. Primero se marcha el miedo a fracasar, a tener que volver a casa sin cumplir tu meta, lo miras a los ojos y se esfuma como el viento. Seguido de este va saliendo el miedo que tienes a estar sola, a estar a oscuras, a perderlo todo de nuevo. Este último todos esos temores atrapados en uno sólo es más complicado de borrar, de olvidar, de... Cuando menos lo esperas estás pensando en los buenos momentos que has pasado últimamente, de todo lo que has aprendido cuando era la oscuridad la que reinaba en tu vida, de todo lo que perdiste sí, pero de todo lo que has ganado. No es como se empiece, si no como se acabe.El último miedo, quizás el peor, el más pesado de todo, empezar de nuevo sin ti. ¿Alguien me puede decir si este miedo desaparece? ¿Si ese miedo tiene cura? ¿Si todas las lágrimas que derramas llegan al mar? ¿Creía alguien que se enamoraría de esa persona? Pues no, ese miedo va contigo, se acomoda en tu maleta y deja hueco por si alguno de los anteriores se arrepiente de su decisión. El poder del botón rojo no hace milagros, no hace que tú desaparezcas.

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En un beso infinito más uno.

Ella caminaba sin destino fijo por esa fría ciudad. Enfundada en ese abrigo amarillo, con esos guantes que aunque pequeños son justo de su tamaño y él, en su mente, claro. Mordisquea el cable de los cascos, mira la hora y parece que no pasa el tiempo. Paseos en soledad, sintiéndolo aunque lejos. Aunque efímero fue intenso, esporádico, sin sentido, sincero. Ella, no sabía mucho de matemáticas, tanto que sin mesura amó hasta quedarse sin reservas porque él dijo: "Yo te quiero hasta infinito más uno ¿tú? ¿Cuánto me quieres a mí?" . Pero nunca llegó a tanto, ni ella ni nadie.   Tantas hipótesis que nunca llegaron a ser investigadas, se quedaron en eso... En "y si..", en ayer.

In-felicidad

"Apoyarme en tu pecho, quedarme dormida leyendo un cuento. Oler tu perfume día tras día. Sentir tus suaves manos por mi espalda. Mirarte a los ojos y ver reflejada la felicidad. Costumbres que son difíciles de quitar..."

Días.

Pasan y pasan los días y ahí está ella sentada en aquel sillón que una vez significó tanto. Aquella butaca en la que se fugaron tantos suspiros de amor, tantos que en esa habitación apenas quedaba aire para respirar. Fue por esta razón que todo lo que con tanta delicadeza habían creado los dos se fue, se fue con el cantar de los pájaros dejando una fría mañana de invierno que dudaría hasta el día de hoy. Después de tanto tiempo ya tenía los ojos secos de todas las lágrimas que había derramado, de tantos llantos incontrolados, de tanta vida perdida sin motivo aparente. Pero es ahí cuando ella se da cuenta de lo que realmente significa vivir, de lo que no está ganando por estar lamentándose. ¡Es una idiotez! Abrir los ojos y ver un mundo diferente, lleno de luz y alejado de tanta oscuridad a la que estaba acostumbrada. Alzar la cabeza y darte cuenta de todo lo que te queda por hacer. Un impulso de felicidad hace que su cuerpo parezca que se eleva pero de repente, todo vuelve atrás. La...