Ir al contenido principal

Botones, risas y bailes.


Fue una noche como esta, una noche que no tendría nada especial si no hubieses aparecido. Fueron quizás los fuegos artificiales que mis ojos disparaban al sentir tus cálidas manos junto a las mías. Tal vez aquella canción que sonaba de fondo y que inocentemente se convirtió en algo más que una simple melodía y se clavó en mi corazón como lo hicieron esos curiosos ojos negros.
Quién nos diría aquella misteriosa noche que un chico tan especial podría acercarse a una chica tan “normal” como soy yo. Quién podría pensar que simplemente con dos palabras y una sonrisa me enamorarías. Lo más curioso es que a ti también te pasase lo mismo.
Sin saber cómo y gracias al destino apareciste justo en el momento apropiado, qué curioso ¿fue cosa del Botón Rojo? Sí, comenzaré contando nuestra historia, Chico del Botón Rojo.
Uno de esos días en los que piensas que será igual de aburrido que los demás te pones lo primero que coges del armario, unas zapatillas, te recoges en un moño mal hecho, total quién te va a ver. Sales de casa y olvidas lo más importante. ¡El botón rojo! Vuelves, lo colocas delicadamente en tu cuello y ya sí que estás preparada. Después de perder toda la tarde dando vueltas por el centro de la ciudad, comprando cosas inservibles y mirando escaparate acabas en un parque. Entre música, risas y bailes absurdos te das cuenta de que el Botón rojo ha desaparecido de tu cuello. Te vuelves loca buscando por todas partes. “¿Dónde estará? Cuando he llegado aquí ya estaba, juraría que sí”, piensas.
La noche ha caído y la verdad que no ayuda en tu búsqueda. La luz de la luna, una farola y los móviles son tu única ayuda hasta que llega él. “¿Buscabas esto?”, escuchas mientras estabas agachada buscando bajo el banco en el que estabas sentada. Te das la vuelta y el corazón te da un vuelco. “Sí, mi botón rojo. Mil gracias”, dices entrecortada. Es tan guapo, tan… Perfecto. Y mientras piensas todo esto, él, el Chico del Botón Rojo, coloca tu querido colgante en tu cuello. Te giras y mientras él trata de cerrar el dichoso enganche, tú aún sigues en shock.
“Y ahora que ya he hecho algo por ti esta noche, ¿harías algo tú por mí? ¿Me dirías tu nombre, Chica del Botón Rojo? ¿O puedo llamarte así?”, pregunta mientras vas girando de nuevo hacia él. Esto no puede estar pasando, es todo tan perfecto, de nuevo. “Llámame lo que quieras, mientras me llames…”, contestas frases sin sentido como estas. El shock es demasiado fuerte, creo yo.
“Está bien, Chica del Botón Rojo, quiero que sepas que eres la única chica a la que he colgado un collar con un botón, eres especial”, mientras te dice todas estas palabras sigues perdida en esos profundos ojos negros. 
Las oportunidades no se pueden dejar pasar, por eso esta historia no acaba aquí. Quizás otro día siga con ella.

No es el vídeo oficial, pero con Bruno Mars no hay problema en los directos.  Adoro esta canción, lo adoro a  él.  
¡Buenas noches pequeños saltamontes!

Entradas populares de este blog

En un beso infinito más uno.

Ella caminaba sin destino fijo por esa fría ciudad. Enfundada en ese abrigo amarillo, con esos guantes que aunque pequeños son justo de su tamaño y él, en su mente, claro. Mordisquea el cable de los cascos, mira la hora y parece que no pasa el tiempo. Paseos en soledad, sintiéndolo aunque lejos. Aunque efímero fue intenso, esporádico, sin sentido, sincero. Ella, no sabía mucho de matemáticas, tanto que sin mesura amó hasta quedarse sin reservas porque él dijo: "Yo te quiero hasta infinito más uno ¿tú? ¿Cuánto me quieres a mí?" . Pero nunca llegó a tanto, ni ella ni nadie.   Tantas hipótesis que nunca llegaron a ser investigadas, se quedaron en eso... En "y si..", en ayer.

Días.

Pasan y pasan los días y ahí está ella sentada en aquel sillón que una vez significó tanto. Aquella butaca en la que se fugaron tantos suspiros de amor, tantos que en esa habitación apenas quedaba aire para respirar. Fue por esta razón que todo lo que con tanta delicadeza habían creado los dos se fue, se fue con el cantar de los pájaros dejando una fría mañana de invierno que dudaría hasta el día de hoy. Después de tanto tiempo ya tenía los ojos secos de todas las lágrimas que había derramado, de tantos llantos incontrolados, de tanta vida perdida sin motivo aparente. Pero es ahí cuando ella se da cuenta de lo que realmente significa vivir, de lo que no está ganando por estar lamentándose. ¡Es una idiotez! Abrir los ojos y ver un mundo diferente, lleno de luz y alejado de tanta oscuridad a la que estaba acostumbrada. Alzar la cabeza y darte cuenta de todo lo que te queda por hacer. Un impulso de felicidad hace que su cuerpo parezca que se eleva pero de repente, todo vuelve atrás. La...

Un incendio en su interior

Una noche gris llena de dudas, de incomprensión... No era muy tarde cuando sus ojos verdes comenzaron a llorar. Se sentía sola, por un momento logró comprenderlo pero, al segundo, llegó la primera lágrima, la segunda pero no la última... Ella miraba esa taza de té caliente que tenía entre sus pequeñas manos, esperaba una respuesta que nunca llegaba. Todo encajaba a la perfección. Las personas son complejas, pero más lo es, todo lo que concierne a las relaciones entre ellas. Cuando esa chispa se agota... Cuando esa chispa se agota no queda nada. Nada más que lamentar no haberlo vivido con más intensidad. Sólo queda el resentimiento y las preguntas sin respuestas. El té mágico con sus vapores hace que las lágrimas vayan cesando. Ella le echa de menos, no puede evitarlo pero... ¿Donde quedó esa chispa? Se apagó el incendio que hace un tiempo se inició en su interior.