Otra larga mañana en la que no sabes qué hacer. Has recogido tu casa, has sido humillada con los sudokus que te regaló tu hermana, te has dado un baño en la piscina y ahora... ¿Ahora qué? Estás tira da en la cama y lo único que puedes hacer es pensar... Pensar y analizar la situación cuando suena el teléfono. Te levantas todo lo deprisa que puedes. No esperas ninguna llamada pero esta puede ser la definitiva. Pasas una montaña de ropa sucia y entonces alcanzas el teléfono. Contestas sin mirar el número y... "Hola buenos días soy Margarita Pérez, empleada de una compañía de teléfonos. ¿Le gustaría cambiar de compañía, señorita...?" Cuelgas. Caes encima de una butaca sintiéndote derrotada. Apoyas la mano en la cómoda y descubres que está allí, la Chica del Botón Rojo. Sin nada más que hacer vuelves a esas historias...
"(...) Arrepentida de mis actos doy otro abrazo a este gran amigo, esta vez es de amor no volvería a trepar por su largo tronco. Miro hacia mis pies y veo otra carta... Cuando me dispongo a abrirla, llega el inoportuno aire y la hace desaparecer. Vuela, desparece en la oscuridad de este bosque. Salgo corriendo detrás de ella pero no llego. Otra cosa más que se escapa de tus manos. Esta vez una carta. "No hace falta que metas las dos cosas en el mismo saco. No hay mal que por bien no venga. Sigue esa vereda, ese camino que ha dejado marcado la carta. Puede ser una señal..." Por muy mala pinta que tengan las cosas siempre hay algo que me hace cambiar de opinión. Es entonces, cuando creo que ya no puedo más, cuando estoy cansada de señales, de cambios instantáneos, mis piernas fallan, mis brazos no responden y a mi corazón que está lejos ya no lo escucho latir. En un intento vago de mover mi pierna derecha caigo rendida al suelo. No puede ser, otra vez perdida y sin salida. Mi cuerpo falla, mi mente está exhausta de positivismo. No puedo evitarlo y de mis ojos comienzan a caer lágrimas. Es entonces cuando una de ellas cae en mi apreciado Botón Rojo, "¡Oh no! Otra vez se romperá en pedazos... ¿Cuánto tiempo me costará arreglarlo ahora? En este momento no tengo ni tiempo ni ganas de ponerme a ello. No me apetece..." Sin más dilatación, mi querido amigo, mi compañero de viaje estalla, estalla pero esta vez es una luz lo que sale de él. Esa luz me da calor, energía para levantarme y seguir. Es como si una fuerza levantase mis piernas y me elevase en el aire. Es en este viaje sin sentido en el que me paro a pensar y digo... "¿Mañana qué? Mañana quién me ayudará?" Hoy prefiero no pensar más..."
Vuelve a sonar el teléfono y esta vez ni te molestas en contestar. Seguro que vuelve a ser una llamada que no es interesante. Cómo la vez pasada esta llamada no se queda reflejada en el teléfono, esta vez como la anterior era importante. Cómo dicen a la tercera va la vencida. Si no contestas, no podrás saber quien es el llamante desconocido...
"(...) Arrepentida de mis actos doy otro abrazo a este gran amigo, esta vez es de amor no volvería a trepar por su largo tronco. Miro hacia mis pies y veo otra carta... Cuando me dispongo a abrirla, llega el inoportuno aire y la hace desaparecer. Vuela, desparece en la oscuridad de este bosque. Salgo corriendo detrás de ella pero no llego. Otra cosa más que se escapa de tus manos. Esta vez una carta. "No hace falta que metas las dos cosas en el mismo saco. No hay mal que por bien no venga. Sigue esa vereda, ese camino que ha dejado marcado la carta. Puede ser una señal..." Por muy mala pinta que tengan las cosas siempre hay algo que me hace cambiar de opinión. Es entonces, cuando creo que ya no puedo más, cuando estoy cansada de señales, de cambios instantáneos, mis piernas fallan, mis brazos no responden y a mi corazón que está lejos ya no lo escucho latir. En un intento vago de mover mi pierna derecha caigo rendida al suelo. No puede ser, otra vez perdida y sin salida. Mi cuerpo falla, mi mente está exhausta de positivismo. No puedo evitarlo y de mis ojos comienzan a caer lágrimas. Es entonces cuando una de ellas cae en mi apreciado Botón Rojo, "¡Oh no! Otra vez se romperá en pedazos... ¿Cuánto tiempo me costará arreglarlo ahora? En este momento no tengo ni tiempo ni ganas de ponerme a ello. No me apetece..." Sin más dilatación, mi querido amigo, mi compañero de viaje estalla, estalla pero esta vez es una luz lo que sale de él. Esa luz me da calor, energía para levantarme y seguir. Es como si una fuerza levantase mis piernas y me elevase en el aire. Es en este viaje sin sentido en el que me paro a pensar y digo... "¿Mañana qué? Mañana quién me ayudará?" Hoy prefiero no pensar más..."
Vuelve a sonar el teléfono y esta vez ni te molestas en contestar. Seguro que vuelve a ser una llamada que no es interesante. Cómo la vez pasada esta llamada no se queda reflejada en el teléfono, esta vez como la anterior era importante. Cómo dicen a la tercera va la vencida. Si no contestas, no podrás saber quien es el llamante desconocido...