Lunes al sol, o a la sombra de los pinos. O bajo una manta en el sofá, mientras haces palomitas para ver esa película absurda que te recomienda Netflix. Sí, esa que habla de tonterías, como el amor. Esa que idealiza los besos bajo la lluvia, el abrazo con más planos del cine y que hace que todos sean felices y coman perdices. Odio esas películas, en las que dos desconocidos se acaban enamorando en tan solo una mirada, las odio porque ocurre en la vida real, pero de forma unilateral.
Que la vida se me pasa mientras trato, inútilmente, de esquivarla. Que dos días más, tal vez, no sean dos días menos. Que tu risa me hace falta y vuelve a llegar tarde a mi casa. Que mi nevera sigue vacía, como mi corazón, y sin saber porqué, esperaba que si pasaba el día, perdida como una idiota, en mi cama, tal vez, solo tal vez aparecieras entre mis sábanas. Que tus besos se me clavan como un recuerdo en mi espalda, en mis entrañas, en lo más profundo de mi alma.
Que es raro echar de menos, un lunes falso de verano, un día que hace frío y te quiero a ti como abrigo.