Ir al contenido principal

Rectificar es de sabios.

Lo que empezó como un juego, una vía de escape para los dos se convirtió en algo más que cruzarnos dos palabras. Aunque nos veíamos todos los días, aunque hablábamos a todas horas cuando estábamos junto a las demás personas no podía esperar el momento de llegar a casa y mirar el buzón.
Una, dos o tres cartas diarias con aquel sello inconfundible, un botón rojo. Cuatro y cinco veces que leía cada palabra, cada frase, cada carta en sí. Son esas sonrisas que me sacaban esas cartas, esas miradas al infinito creyendo que estabas aquí.
Y no ha sido hasta que esas cartas se acabaron que no me di cuenta de lo mucho que te echaba de menos, de todo lo que realmente te necesito. Ahora que no llega ninguna carta a mi buzón, ahora que hemos estado más distantes ya no sé si es por mí, si son las cartas que no recibes o que más bien no recibo lo que falló, o si es simplemente que ya no sientes lo mismo.
Entonces, cuando me rindo y te imagino paseando junto a otra chica, escribiéndole a ella todas esas palabras que un día fueron mías, suena el timbre y aparece mi rostro preferido de las mañanas, el cartero. Abro corriendo aquel sobre y en efecto, lleva un botón rojo. es tuyo. Y como una niña, vuelta a empezar con todos esos días en los que no vivo en una nube, vivo por lo menos en cuatro. Y por un momento grito a los cuatro vientos te quiero, te necesito, y rápidamente rectifico y vuelvo a la realidad. Realidad en la que todo cambia a tu merced, pero siendo tú, querido chico del Botón Rojo, te lo perdonaría todo.

Entradas populares de este blog

En un beso infinito más uno.

Ella caminaba sin destino fijo por esa fría ciudad. Enfundada en ese abrigo amarillo, con esos guantes que aunque pequeños son justo de su tamaño y él, en su mente, claro. Mordisquea el cable de los cascos, mira la hora y parece que no pasa el tiempo. Paseos en soledad, sintiéndolo aunque lejos. Aunque efímero fue intenso, esporádico, sin sentido, sincero. Ella, no sabía mucho de matemáticas, tanto que sin mesura amó hasta quedarse sin reservas porque él dijo: "Yo te quiero hasta infinito más uno ¿tú? ¿Cuánto me quieres a mí?" . Pero nunca llegó a tanto, ni ella ni nadie.   Tantas hipótesis que nunca llegaron a ser investigadas, se quedaron en eso... En "y si..", en ayer.

In-felicidad

"Apoyarme en tu pecho, quedarme dormida leyendo un cuento. Oler tu perfume día tras día. Sentir tus suaves manos por mi espalda. Mirarte a los ojos y ver reflejada la felicidad. Costumbres que son difíciles de quitar..."

Días.

Pasan y pasan los días y ahí está ella sentada en aquel sillón que una vez significó tanto. Aquella butaca en la que se fugaron tantos suspiros de amor, tantos que en esa habitación apenas quedaba aire para respirar. Fue por esta razón que todo lo que con tanta delicadeza habían creado los dos se fue, se fue con el cantar de los pájaros dejando una fría mañana de invierno que dudaría hasta el día de hoy. Después de tanto tiempo ya tenía los ojos secos de todas las lágrimas que había derramado, de tantos llantos incontrolados, de tanta vida perdida sin motivo aparente. Pero es ahí cuando ella se da cuenta de lo que realmente significa vivir, de lo que no está ganando por estar lamentándose. ¡Es una idiotez! Abrir los ojos y ver un mundo diferente, lleno de luz y alejado de tanta oscuridad a la que estaba acostumbrada. Alzar la cabeza y darte cuenta de todo lo que te queda por hacer. Un impulso de felicidad hace que su cuerpo parezca que se eleva pero de repente, todo vuelve atrás. La...