Hoy no es veinte de abril, ni tampoco son los noventa.
Ojalá, diríamos muchos, aunque por esas fechas estaba en proyecto.
Hoy es veintiséis de abril y estamos en los nuevos años veinte. Esos que empezaron fuerte, esos que nos quitaron los últimos vestigios de juventud que algunos todavía seguimos anhelando. Estos dos últimos años, tan extraños, tan duros, convirtiéndonos en personas, creo yo, más frágiles y expuestas, porque lo que es fuerte... No, queridos, yo no he salido más fuerte de esta locura de años veinte. ¡Bienvenidos al show de los nuevos maravillosos años veinte!
Podrían considerarse los peores años de los treinta que tengo. Se han concentrado tantas cosas malas, alguna buena, pero tantas malas, tanto dolor que confesándolo, no querría volver a ese marzo de dos mil veinte, porque no querría volver a vivir estos dos años.
Me echo de menos, echo de menos a otros, y echo de más a bastantes que se quedaron por el camino y ¡gracias!.
Estos años he aprendido a decir: "No, no estoy bien". He llorado, tengo roto el corazón por todas las partes por las que se podría partir, y amigos, no solo por amor romántico se llora. He llorado, sí, muchísimo. He sentido que todo debía terminar, he pensado en el sentido de mi vida, en el sentido de la de los demás, de ciertas señales que el universo estaba poniendo en mi camino, me he replanteado incluso mi (no) fe. He puesto en duda si todo esto que estaba pasando era por algún castigo divino, para llegar a la conclusión única y sencilla de "la vida es así de cruel".
He soñado, he tenido pesadillas, he sentido el terror en mis pestañas. He perdido, también he ganado, pero el balance sigue siendo negativo.
Intento parecer estable pero a menudo es complicado. He escuchado historias, he reído con alguna, sufrido por otras, me he enamorado, me han roto el corazón, me han traicionado y también lo hice yo.
He viajado, he explorado sitios nuevos, sola, acompañada, a veces mejor y otras peor, no lo vamos a negar.
Me he liberado de algunos demonios, otros aún me esperan debajo de la cama. Siento que araño el dos mil diecinueve con las pocas uñas que me quedan, queriendo volver, queriendo despertar de este sueño, de estos maravillosos y nuevos años veinte. Se acabó el mirar atrás con ansia por volver, se acabó pensar que todo tiempo pasado era mejor, porque amigos, sí, lo era pero... ¿se puede volver? No. ¿Vamos a solucionar algo pensando día tras día en eso? No. Vista al frente y sonrisa en los labios. Aprendamos de las caídas, de los atajos que hemos tomado y quizá no eran correctos, de los que sí, de los caminos más largos, de altibajos, de subidas y de llanos.
He tomado grandes decisiones, otras que aún me siguen atormentando en mi cabecita. Sigo echándome de menos, pero esa versión 2.8 no existe. No hay forma de formatear el sistema sin volver a pasar por 2.9, 3.0 y la siguiente que viviré.
Para los que me estáis leyendo, no, no estoy bien. Esta sensación, de ahogo, de cansancio, de tristeza absoluta vive conmigo y, sé, que pronto se irán. Lo sé y confío en ello. No estoy sola y esto se acabará. Pronto, confiemos. Con ayuda, y con ganas.
Así que nada, para mi futura versión 3.1, aprende (no todos hacen las cosas con bondad), quiérete (eres preciosa, con pelo corto, sin pelo, con pelo largo, con vestido y desnuda, eres preciosa), sonríe (que tus dientes no te lo impidan), no pierdas el tiempo y, sinceramente, sigue dando el 200% de ti. ¿Qué te caerás? Lo más seguro, pero que jamás te nieguen que lo intentaste.
En el suelo se recogen cosas olvidadas por otros.