Sentada en esa cafetería, la tablet sobre la mesa, periódico en mano. Ese olor mezclado con el del café con leche, ese tacto del papel reciclado. Cuatro azucarillos, aún no es suficiente.
El café está caliente, como el contenido de esta mañana en la sección de política. Mientras lo sostienes miras por la ventana, el chico del jersey de rayas otra vez.
Como cada día repites la rutina, algún día entrará y estarás perfecta, como cada mañana.
Camisa de lunares azul, lápiz de ojos, también azul. Misma mesa de todos los días.
Cuando ves como cruza el paso de peatones, das el primer sorbo de café y desvías la mirada a la tablet. Correo, correo, más correo y quizás algún post en la red social del momento.
Segundo sorbo con el tercer correo, sin despegar la mirada.
Apuras el café, recoges tus cosas y te acercas a la barra a pagarlo.
Esta vez hay sorpresa, una nota: "¿mañana habrá una silla libre en tu mesa?"
El café está caliente, como el contenido de esta mañana en la sección de política. Mientras lo sostienes miras por la ventana, el chico del jersey de rayas otra vez.
Como cada día repites la rutina, algún día entrará y estarás perfecta, como cada mañana.
Camisa de lunares azul, lápiz de ojos, también azul. Misma mesa de todos los días.
Cuando ves como cruza el paso de peatones, das el primer sorbo de café y desvías la mirada a la tablet. Correo, correo, más correo y quizás algún post en la red social del momento.
Segundo sorbo con el tercer correo, sin despegar la mirada.
Apuras el café, recoges tus cosas y te acercas a la barra a pagarlo.
Esta vez hay sorpresa, una nota: "¿mañana habrá una silla libre en tu mesa?"