Él no lo sabe, pero escribo mientras mira sus apuntes distraído.
Me gusta mirarle a escondidas, sonreír y suspirar de felicidad.
Todo cambió cuando él llegó; mis medias sonrisas, mis días largos y fríos...
Cada mañana despierto con la única intención de volver a tenerle a mi lado. Dormirme de nuevo en su pecho mientras me hace cosquillas en la cabeza y me dice: "te estás quedando dormidita, eh".
Pasan los días, las semanas y los meses pasamos un invierno, una primavera y entró el verano, eso sí, hay una cosa que no cambia, como me miran esos ojos marrones.
Sigue concentrado en sus hojas repletas de números mientras yo escribo.
Hacía mucho que no sentía ese hormigueo en el estómago, que no se me ponía la piel de gallina con una mirada, que no ansiaba despertar cada mañana.
Nadie me dijo que existiesen esas espaldas, ni esos brazos, ni esos ojos, ni esas manos con las que acaricia mis piernas mientras dice: "¿por qué eres tan perfecta?"
Así que para él, para el chico del botón rojo mis pequeñas palabras llenas de felicidad.
Te quiero, ¿sabes?
Me gusta mirarle a escondidas, sonreír y suspirar de felicidad.
Todo cambió cuando él llegó; mis medias sonrisas, mis días largos y fríos...
Cada mañana despierto con la única intención de volver a tenerle a mi lado. Dormirme de nuevo en su pecho mientras me hace cosquillas en la cabeza y me dice: "te estás quedando dormidita, eh".
Pasan los días, las semanas y los meses pasamos un invierno, una primavera y entró el verano, eso sí, hay una cosa que no cambia, como me miran esos ojos marrones.
Sigue concentrado en sus hojas repletas de números mientras yo escribo.
Hacía mucho que no sentía ese hormigueo en el estómago, que no se me ponía la piel de gallina con una mirada, que no ansiaba despertar cada mañana.
Nadie me dijo que existiesen esas espaldas, ni esos brazos, ni esos ojos, ni esas manos con las que acaricia mis piernas mientras dice: "¿por qué eres tan perfecta?"
Así que para él, para el chico del botón rojo mis pequeñas palabras llenas de felicidad.
Te quiero, ¿sabes?