"¿Qué es lo que no entiendes de todo esto? ¿Crees realmente que es necesario derramar tantas lágrimas para acabar diciendo que te extraño?" Es ahora cuando todo a nuestro alrededor se para, llega el silencio a esta fría ciudad. Mis frases hacen eco en este callejón en el cual no veo salida, te giras y veo la viva imagen del asombro descrita en tu rostro. Por un momento esta oscura noche se empieza a iluminar a cada paso que das acercándote a mí. Mi respiración entrecortada por el frío crea vaho que a tu llegada se desintegra. Mi corazón empieza a latir cada vez más rápido. Llegas te quitas el guante izquierdo y con la mano contraria agarras la mía, pero es esta primera la que tiene el privilegio de tocar mi cara. No podría describir el escalofrío que sentí al notar ese calor en mi cara. Yo, cabizbaja quizá sonrojada por estas últimas palabras que te dije, alzo la mirada al ritmo que tu mano baja hasta mi barbilla y dos segundos después escucho: "Ya era hora..." y sin esperarlo más... Sin esperarlo más me pierdo en un beso infinito en el que creo volar. Ahora nuestro alrededor coge velocidad hasta alcanzar la velocidad de la luz. Hasta llegar a convertirse en colores sin forma definida y crear con todos los ruidos, antes molestos, una melodía que será para los dos "nuestra canción". Al separarme de ti, vuelven uno, dos, quizás tres, ya perdí la cuenta de todos los besos que siguieron a ese que me hizo tocar las nubes con la punta de los dedos.
Ahora esta fría noche de invierno se convierte en una preciosa velada al calor de las velas.
Ahora esta fría noche de invierno se convierte en una preciosa velada al calor de las velas.