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Frías noches de invierno

"¿Qué es lo que no entiendes de todo esto? ¿Crees realmente que es necesario derramar tantas lágrimas para acabar diciendo que te extraño?" Es ahora cuando todo a nuestro alrededor se para, llega el silencio a esta fría ciudad. Mis frases hacen eco en este callejón en el cual no veo salida, te giras y veo la viva imagen del asombro descrita en tu rostro. Por un momento esta oscura noche se empieza a iluminar a cada paso que das acercándote a mí. Mi respiración entrecortada por el frío crea vaho que a tu llegada se desintegra. Mi corazón empieza a latir cada vez más rápido. Llegas te quitas el guante izquierdo y con la mano contraria agarras la mía, pero es esta primera la que tiene el privilegio de tocar mi cara. No podría describir el escalofrío que sentí al notar ese calor en mi cara. Yo, cabizbaja quizá sonrojada por estas últimas palabras que te dije, alzo la mirada al ritmo que tu mano baja hasta mi barbilla y dos segundos después escucho: "Ya era hora..." y sin esperarlo más... Sin esperarlo más me pierdo en un beso infinito en el que creo volar. Ahora nuestro alrededor coge velocidad hasta alcanzar la velocidad de la luz. Hasta llegar a convertirse en colores sin forma definida y crear con todos los ruidos, antes molestos, una melodía que será para los dos "nuestra canción". Al separarme de ti, vuelven uno, dos, quizás tres, ya perdí la cuenta de todos los besos que siguieron a ese que me hizo tocar las nubes con la punta de los dedos.
Ahora esta fría noche de invierno se convierte en una preciosa velada al calor de las velas.

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En un beso infinito más uno.

Ella caminaba sin destino fijo por esa fría ciudad. Enfundada en ese abrigo amarillo, con esos guantes que aunque pequeños son justo de su tamaño y él, en su mente, claro. Mordisquea el cable de los cascos, mira la hora y parece que no pasa el tiempo. Paseos en soledad, sintiéndolo aunque lejos. Aunque efímero fue intenso, esporádico, sin sentido, sincero. Ella, no sabía mucho de matemáticas, tanto que sin mesura amó hasta quedarse sin reservas porque él dijo: "Yo te quiero hasta infinito más uno ¿tú? ¿Cuánto me quieres a mí?" . Pero nunca llegó a tanto, ni ella ni nadie.   Tantas hipótesis que nunca llegaron a ser investigadas, se quedaron en eso... En "y si..", en ayer.

In-felicidad

"Apoyarme en tu pecho, quedarme dormida leyendo un cuento. Oler tu perfume día tras día. Sentir tus suaves manos por mi espalda. Mirarte a los ojos y ver reflejada la felicidad. Costumbres que son difíciles de quitar..."

Días.

Pasan y pasan los días y ahí está ella sentada en aquel sillón que una vez significó tanto. Aquella butaca en la que se fugaron tantos suspiros de amor, tantos que en esa habitación apenas quedaba aire para respirar. Fue por esta razón que todo lo que con tanta delicadeza habían creado los dos se fue, se fue con el cantar de los pájaros dejando una fría mañana de invierno que dudaría hasta el día de hoy. Después de tanto tiempo ya tenía los ojos secos de todas las lágrimas que había derramado, de tantos llantos incontrolados, de tanta vida perdida sin motivo aparente. Pero es ahí cuando ella se da cuenta de lo que realmente significa vivir, de lo que no está ganando por estar lamentándose. ¡Es una idiotez! Abrir los ojos y ver un mundo diferente, lleno de luz y alejado de tanta oscuridad a la que estaba acostumbrada. Alzar la cabeza y darte cuenta de todo lo que te queda por hacer. Un impulso de felicidad hace que su cuerpo parezca que se eleva pero de repente, todo vuelve atrás. La...