Cuento los minutos que llevo desde la última vez que comprobé si me habías escrito. Los cuento como si hubiesen pasado millones de años.
Es un logro, poco a poco irás desapareciendo. ¡Gracias!
Soy capaz de comprender todo el daño que me hago a mi misma al pensar de nuevo en ti, en recordar tu voz, en sentir tus suspiros a mi lado. En buscarte al despertar. Se acabó.
Esta vez todo ha cambiado; estoy triste pero me siento segura. Es todo gris verdoso; donde hay gris no es todo negro, y si es verdoso hay esperanza.
Tal vez me pudo la curiosidad, abriera la dichosa caja de Pandora y todos saliese al exterior; mi mal humor al despertar, las peleas de la tarde, los celos, enfados y riñas tontas pero lo pienso, por algo nací el día de la esperanza. Porque será lo último que pierda. Eres y has sido mi inspiración, mi ritmo de vida, mi pilar fundamental pero este tiempo me hizo recordar que soy valiente, soy fuerte si me lo propongo, que adoro sentirme tal y como soy sin miedo a esconderme.
Es ridículo querer volver al comienzo de todo. Antes todo era mágico, pero irreal. Abrimos los ojos al ver todas las pesadillas a nuestro alcance, y nos hicimos cobardes. Tiempo después nos dimos cuenta de que nos dejamos llevar por el pánico, tarde.
Han pasado millones de años desde que empecé a escribirte, pasarán billones hasta que consiga olvidarte.
Te quiero, aunque no quiera. Te olvidaré, aunque no pueda.