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Pasado, presente y futuro

Eran las diez de la noche y todo estaba en calma. Eso quería creer. Volaban mariposas a su alrededor,  habían decidido velar por ella. Sus ojos mostraban su indecisión.  Todo tan complicado, todo en calma. Una opción que no fallaría sería volver atrás,  girar un reloj y tocar de nuevo su rostro. Todo tan complicado para contar con tan solo un botón rojo entre los dedos.



Son las once de la noche. El presente se cuela en nuestras vidas sin preguntar, dejando a un lado el olvido del ayer.
El viento mueve las cortinas amarillas que dejan ver su rostro al exterior. Revolotean aún esas mariposas que un día decidieron reaparecer. La felicidad se encuentra cerca, tan sólo hay que saber buscarla. Observa la multitud  corriendo,  la noche se ha acelerado con la presencia de la lluvia. Jamás volverá a sentir el calor de esos brazos, vive con ello. Pero nunca más se sentirá sola.



Será a las doce de la noche cuando su calabaza se convierta en pera. Los cuentos nunca fueron para ella. Nunca tuvo una media naranja, ni medio limón.

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En un beso infinito más uno.

Ella caminaba sin destino fijo por esa fría ciudad. Enfundada en ese abrigo amarillo, con esos guantes que aunque pequeños son justo de su tamaño y él, en su mente, claro. Mordisquea el cable de los cascos, mira la hora y parece que no pasa el tiempo. Paseos en soledad, sintiéndolo aunque lejos. Aunque efímero fue intenso, esporádico, sin sentido, sincero. Ella, no sabía mucho de matemáticas, tanto que sin mesura amó hasta quedarse sin reservas porque él dijo: "Yo te quiero hasta infinito más uno ¿tú? ¿Cuánto me quieres a mí?" . Pero nunca llegó a tanto, ni ella ni nadie.   Tantas hipótesis que nunca llegaron a ser investigadas, se quedaron en eso... En "y si..", en ayer.

In-felicidad

"Apoyarme en tu pecho, quedarme dormida leyendo un cuento. Oler tu perfume día tras día. Sentir tus suaves manos por mi espalda. Mirarte a los ojos y ver reflejada la felicidad. Costumbres que son difíciles de quitar..."

Días.

Pasan y pasan los días y ahí está ella sentada en aquel sillón que una vez significó tanto. Aquella butaca en la que se fugaron tantos suspiros de amor, tantos que en esa habitación apenas quedaba aire para respirar. Fue por esta razón que todo lo que con tanta delicadeza habían creado los dos se fue, se fue con el cantar de los pájaros dejando una fría mañana de invierno que dudaría hasta el día de hoy. Después de tanto tiempo ya tenía los ojos secos de todas las lágrimas que había derramado, de tantos llantos incontrolados, de tanta vida perdida sin motivo aparente. Pero es ahí cuando ella se da cuenta de lo que realmente significa vivir, de lo que no está ganando por estar lamentándose. ¡Es una idiotez! Abrir los ojos y ver un mundo diferente, lleno de luz y alejado de tanta oscuridad a la que estaba acostumbrada. Alzar la cabeza y darte cuenta de todo lo que te queda por hacer. Un impulso de felicidad hace que su cuerpo parezca que se eleva pero de repente, todo vuelve atrás. La...