Eran las diez de la noche y todo estaba en calma. Eso quería creer. Volaban mariposas a su alrededor, habían decidido velar por ella. Sus ojos mostraban su indecisión. Todo tan complicado, todo en calma. Una opción que no fallaría sería volver atrás, girar un reloj y tocar de nuevo su rostro. Todo tan complicado para contar con tan solo un botón rojo entre los dedos.
Son las once de la noche. El presente se cuela en nuestras vidas sin preguntar, dejando a un lado el olvido del ayer.
El viento mueve las cortinas amarillas que dejan ver su rostro al exterior. Revolotean aún esas mariposas que un día decidieron reaparecer. La felicidad se encuentra cerca, tan sólo hay que saber buscarla. Observa la multitud corriendo, la noche se ha acelerado con la presencia de la lluvia. Jamás volverá a sentir el calor de esos brazos, vive con ello. Pero nunca más se sentirá sola.
Será a las doce de la noche cuando su calabaza se convierta en pera. Los cuentos nunca fueron para ella. Nunca tuvo una media naranja, ni medio limón.
Son las once de la noche. El presente se cuela en nuestras vidas sin preguntar, dejando a un lado el olvido del ayer.
El viento mueve las cortinas amarillas que dejan ver su rostro al exterior. Revolotean aún esas mariposas que un día decidieron reaparecer. La felicidad se encuentra cerca, tan sólo hay que saber buscarla. Observa la multitud corriendo, la noche se ha acelerado con la presencia de la lluvia. Jamás volverá a sentir el calor de esos brazos, vive con ello. Pero nunca más se sentirá sola.
Será a las doce de la noche cuando su calabaza se convierta en pera. Los cuentos nunca fueron para ella. Nunca tuvo una media naranja, ni medio limón.