Y así, el resto de los días.
Ella se repetía esa frase una y otra vez desde que él se tuvo que marchar.
No dejaba de mirar su foto, ni de pintarse cada mañana un bonita sonrisa en sus labios, por si él volvía.
Aún usaba ese perfume para poder dormir. Cuando se acurrucaba en el sofá en el que él se sentaba, sentía sus dedos entrelazados.
Antes de marcharse, ella le hizo el mayor regalo que podría hacer a nadie. Después de un beso que jamás podría olvidar, envuelto entre lágrimas, se llevó las manos al cuello. Cuando él se dio cuenta de lo que estaba haciendo no paraba de repetirse: "no, no lo hagas, no me pertenece". Ella le regaló su botón rojo, su identidad, su... Todo. Y cuando lo puso en sus manos, dijo entre sollozos: "Hoy estamos juntos, pero si tú te lo quedas... -Cogió aire para poder continuar y cortar las lágrimas- Si tú te lo quedas, escúchame, estaremos juntos hoy y mañana, y así, el resto de los días"
Ella se repetía esa frase una y otra vez desde que él se tuvo que marchar.
No dejaba de mirar su foto, ni de pintarse cada mañana un bonita sonrisa en sus labios, por si él volvía.
Aún usaba ese perfume para poder dormir. Cuando se acurrucaba en el sofá en el que él se sentaba, sentía sus dedos entrelazados.
Antes de marcharse, ella le hizo el mayor regalo que podría hacer a nadie. Después de un beso que jamás podría olvidar, envuelto entre lágrimas, se llevó las manos al cuello. Cuando él se dio cuenta de lo que estaba haciendo no paraba de repetirse: "no, no lo hagas, no me pertenece". Ella le regaló su botón rojo, su identidad, su... Todo. Y cuando lo puso en sus manos, dijo entre sollozos: "Hoy estamos juntos, pero si tú te lo quedas... -Cogió aire para poder continuar y cortar las lágrimas- Si tú te lo quedas, escúchame, estaremos juntos hoy y mañana, y así, el resto de los días"