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Mostrando entradas de junio, 2014

Cómo me miran esos ojos marrones

Él no lo sabe, pero escribo mientras mira sus apuntes distraído. Me gusta mirarle a escondidas, sonreír y suspirar de felicidad. Todo cambió cuando él llegó; mis medias sonrisas, mis días largos y fríos... Cada mañana despierto con la única intención de volver a tenerle a mi lado. Dormirme de nuevo en su pecho mientras me hace cosquillas en la cabeza y me dice: "te estás quedando dormidita, eh". Pasan los días, las semanas y los meses pasamos un invierno, una primavera y entró el verano, eso sí, hay una cosa que no cambia, como me miran esos ojos marrones. Sigue concentrado en sus hojas repletas de números mientras yo escribo. Hacía mucho que no sentía ese hormigueo en el estómago, que no se me ponía la piel de gallina con una mirada, que no ansiaba despertar cada mañana. Nadie me dijo que existiesen esas espaldas, ni esos brazos, ni esos ojos, ni esas manos con las que acaricia mis piernas mientras dice: "¿por qué eres tan perfecta?" Así que para él, p...

Nota: nunca nada es lo que parece.

Sentada en esa cafetería, la tablet sobre la mesa, periódico en mano. Ese olor mezclado con el del café con leche, ese tacto del papel reciclado. Cuatro azucarillos, aún no es suficiente. El café está caliente, como el contenido de esta mañana en la sección de política. Mientras lo sostienes miras por la ventana, el chico del jersey de rayas otra vez. Como cada día repites la rutina, algún día entrará y estarás perfecta, como cada mañana. Camisa de lunares azul, lápiz de ojos, también azul. Misma mesa de todos los días. Cuando ves como cruza el paso de peatones, das el primer sorbo de café y desvías la mirada a la tablet. Correo, correo, más correo y quizás algún post en la red social del momento. Segundo sorbo con el tercer correo, sin despegar la mirada. Apuras el café, recoges tus cosas y te acercas a la barra a pagarlo. Esta vez hay sorpresa, una nota: "¿mañana habrá una silla libre en tu mesa?"

Diferente o raro

Echo de menos la soledad de mis días más grises, mi cama vacía y mis canciones tristes. Mi media sonrisa, mis relatos llenos de lágrimas, pero la casualidad te acompañó a conocerme. Todo cambió.

Me enamoré.

No es noticia, el verano ha llegado y todo se tiñe de colores alegres como el amarillo, el naranja, el verde y, por ejemplo, el azul. Alegrías para unos, libertad para otros pero... ¿Dónde quedaron mis noches en vela, con mi pijama más suave, mirando desde la ventana un cielo lleno de estrellas? Y así fue, pasaron las noches de película y manta, acurrucada junto a él. Pasaron las palomitas y los cafés calientes, sentada encima suyo. Pasó el jersey de lana con una manga tres metros más larga de lo normal, con el que abrazarle. Me enamoré del invierno. De él, del mes de enero y de todos los días de invierno...