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Pinceles mágicos.

El día del "no volverá a pasar" llamó al día en el que encontró aquella paleta de colores junto a ese lienzo, olvidados.
No recordaba bien cómo había llegado hasta ahí arriba, en esa caja de cartón envuelta en una sábana.
Hacía mucho que no subía al desván. Hacía más todavía que no tocaba una brocha y dejaba correr la imaginación. Mucho.
Abrió la pintura y tan sólo con el olor, la inspiración llegó.
Como siempre había hecho, comenzó por los ojos. Esta vez eligió el marrón, ese oscuro e intenso color.


Toda la tarde dedicó para esos marrones ojos, con todo lujo de detalle. No, no faltó siquiera esa pequeña cicatriz justo debajo de la ceja. Justo ahí decidió ponerla.
Llegó la noche, y con ella se fue la luz. "Mañana será otro día", dijo, y con la oscuridad marchó a dormir.
Esa noche soñó con esos ojos, grandes y hermosos.
A la mañana siguiente, subió al desván de nuevo y continuó su retrato. Esta vez los labios, dando lugar al resto de la cara. Era tan perfecto. Era tan real. Parecía tan lleno de vida.
Cuando acabó el retrato de ese misterioso chico, lo observó día tras día, haciendo caso omiso a la oscuridad de la noche.
Entonces, con el tiempo recordó porqué dejó los pinceles a un lado y continuó con su vida. Se había enamorado de nuevo, de un retrato.

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